Refrescante, opíparo y versátil, así es el más afamado de los vinos espumosos que, desde hace más de una década, se ha instalado entre el gusto del público más joven, a la par de liderar la producción a nivel mundial dentro de su categoría

Por: Ricardo Donato

Favorito entre milenials, mixólogos y entusiastas de cócteles, prosecco es un nombre cada vez más familiar entre los consumidores mexicanos. La singularidad y esencia de este espumoso de origen italiano radica en la singularidad de su terruño, variedad de uva y método de producción.

Su efervescencia brota de las regiones de Friuli-Venecia-Julia y Véneto, en el noreste de Italia, particularmente en los poblados de Conegliano y Valdobbiadene. Allí, en las colinas y laderas de Asolo y Cartizze, en Treviso, se dan las mejores uvas de la variedad Glera, una ancestral cepa conocida por los romanos de principios de la era cristiana bajo el nombre de pucinum o prosecho.

La Glera da origen a vinos afrutados y florales, con aromas y sabores a manzana, pera y melón, además de notas herbales como acacia. Aunque otras variedades están permitidas, como Pinot Bianco, Pinot Grigio o Chardonnay, junto a las locales Bianchetta, Perera y Verdiso, por ley todos los prosecco deben elaborarse con un mínimo de 85 por ciento de Glera.

Los viñedos de las colinas y laderas de Conegliano-Valdobbiadene, en Treviso, son el origen de los proseccos de mayor calidad de esta denominación.

Los espumosos de más alta calidad, debido a su esmerada técnica de elaboración y elevada selección de uvas autóctonas pertenecen a la Denominación de Origen Controlada (DOC) y Denominación de Origen Controlada y Garantizada (DOCG) Prosecco.

Si bien su área de producción abarca unas 23 mil hectáreas de viñedos –10 mil menos que las de champagne, su máximo competidor–, su rendimiento es superlativo: cerca de 400 millones de botellas al año, lo que la convierte en la DOC líder a nivel mundial en el mercado de las burbujas.

Un aspecto crítico, diferencial, es su método de elaboración, también conocido como charmat o italiano. A diferencia del champagne francés y el cava catalán, cuya segunda fermentación se obtiene en botella, la del prosecco se lleva a cabo en tinas o tanques de acero inoxidable, lo que abarata costos y acelera su salida al mercado.

Esta técnica, mucho más práctica y sencilla, da origen a un espumoso refrescante, aromático y fácil de beber, ligeramente dulce y diseñado para beberse cuando todavía es joven.

Ya sea como cóctel o aperitivo –los bellinis y negroni sbagliatos  son dos ilustres presentaciones–, o bien, como acompañante de pescados y carnes blancas, este espumoso es un lujo cotidiano para hacer de cualquier día una celebración.

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