La arquitectura plantea una manera de mirar al pasado y ser parte de la cultura. En esa interpretación, Marcelo Coello restauró el Museo de San Cristóbal, uno de los emblemas de la ciudad chiapaneca
Por: Darinel Becerra, Fotografía Rubén Darío Betancourt
El Museo de San Cristóbal de Las Casas, Palacio Municipal, resucitó en el 2017 gracias al trabajo de un equipo multidisciplinario de arquitectos, diseñadores, restauradores, investigadores, historiadores, cronistas, fotógrafos, artesanos, creadores y artistas, instituciones y ciudadanos.
Parte fundamental de esta labor estuvo a cargo del arquitecto Marco Coello, de C Cúbica Arquitectos, con quien Smart Building conversó en el Museo de Antropología en la Ciudad de México, en el marco de la presentación del libro donde se aborda profusamente los detalles de la monumental restauración.
Smart Building (SB): Sobre la recuperación y restauración de espacios arquitectónicos, ¿cuál es la importancia de esta tarea?
Marco Coello (MC): Yo creo que es algo que ha tomado mucha más importancia con el tiempo, porque realmente la recuperación del patrimonio es la identidad e historia. Son como nuestros abuelos, no los quitas de las fotos ni del álbum, son los que nos hacen darnos cuenta de saber quiénes somos, de dónde venimos. Es lo que nos da esta parte de identidad y nos hace únicos, sobre todo ahora que nos hemos dado cuenta de que el arquitecto tiene que jugar un papel muy diferente porque ya no tiene que ser el protagonista, porque lo importante ya no es tanto el diseño sino la gente.
Al final del día, tenemos que entender, como arquitectos, que la profesión ha cambiado.
Para mí ha sido un cambio de paradigma como arquitecto entender que ya no se trata del proyecto espectacular sino de la recuperación del patrimonio y de los espacios.
El Museo de San Cristóbal de las Casas Palacio Municipal es el monumento neoclásico más importante de la ciudad, no solamente por su labor patrimonial, sino porque además ha sido testigo y tejedor de historias, vidas, hechos históricos y sociales.
SB: ¿Cuáles fueron los principales retos que encontraste en esta coordinación de equipos multidisciplinarios?
MC: El trabajo fue complejo porque no existían planos originales del edificio, por lo que tuvimos que ir de la mano con la obra y eso hizo que se dibujara el proyecto varias veces.
Otro gran reto fue encontrar la justificación para poder hacer el nuevo elemento de circulaciones verticales que alberga a las escaleras y el elevador, porque la que se había construido hace 47 años no era original. Se encontraron unas fotos históricas donde aparecen las escaleras que eran de madera y que se quemaron en algún momento; con eso fue que se volvieron hacer justo donde estaban originalmente, pero afuera del edificio para poderlas desmontar, y de esa manera fue que el INAH nos permitió trabajar.
Te puedo decir que todo el proceso se hizo completamente de la mano con el INAH Chiapas; tuvimos todo el apoyo por parte de ellos y se sacaron todos los permisos de todos elementos, como escaleras, muros, fachada, parque, etcétera.
SB: ¿Qué aporta un espacio de esta envergadura, con tanto pasado, en un lugar con tantas diferencias económicas y sociales?
MC: Las ciudades y los edificios cambian y se transforman, tienen que responder a un tiempo histórico. Ahora los museos no son templos del saber, son puntos de encuentro. Yo, junto con María Luisa Armendáriz, la presidenta de Na Bolom (una asociación cultural), desde el principio nos imaginamos y soñamos que este fuera un espacio, el lugar de discurso, de mesas de conversación, donde se hable de estos temas de la cultura por la paz, que siempre nos van a llevar a desencuentros, pero es muy importante que exista un lugar donde la gente pueda sentarse a dialogar a todos los niveles.
SB: ¿Cómo aporta la arquitectura a la cultura y al patrimonio?
MC: Yo creo que es el ADN de lo que somos y no podemos trazar el a dónde queremos llegar si no sabemos de dónde venimos. Tenemos que ser mucho más respetuosos con el patrimonio.