El arquitecto Axel Duhart es vanguardista. Su estilo, pensado en la estructura como elemento esencial y último de sus obras, es una marca que deja en cada obra. En esta entrevista, nos revela por qué la arquitectura lo es todo
Por Antonio Nieto, Fotografía: Rubén Darío Betancourt
De talante relajado, Axel Duhart dispone de un arsenal de ideas para imaginarse el diseño perfecto. Su estilo, vanguardista, como él lo describe, ha ido del trazado de hoteles, residencias, tiendas, a la conceptualización de interiores. Su vocación la sabía desde pequeño; sus inquietudes y habilidades ya habían impreso desde temprana edad la arquitectura como destino.
Recientemente, fue galardonado en Madrid con el Trofeo Internacional de la Construcción, por parte de la Global Trade Leaders Group. Una carrera en ascenso, se lee en su trayectoria. Incansable, proyecta ciudades inteligentes, desarrollos sustentables y es líder de Duhart Arquitectos, un despacho que cada vez adquiere más preponderancia.
“Hay muchos factores para definir un estilo, pero creo que lo más importante es lo que yo llamo ‘los huesos de la arquitectura’, es decir, la estructura. Creo que el común denominador de mis proyectos siempre va a ser evidenciar la estructura, hacer algo importante con ella porque es una parte que los arquitectos han olvidado en pos de la estética”
Smart Building: (SB): ¿En qué año ubicas el punto de partida?
Axel Duhart: (AD): Soy de la generación 81-86, de la Universidad Anáhuac, pero desde los primeros trimestres empecé a trabajar en despachos como dibujante. Mis primeros trabajos los hice estando todavía en la Universidad. Nunca he trabajado para nadie, toda la vida he sido independiente; he tenido participación en algunas empresas y despachos como asesor o copartícipe. Tengo dividida la empresa en tres grandes ramos: una es Axel Duhart Arquitectos, la parte de obra y construcción; Axel Duhart Despacho de Arquitectos, que corresponde al diseño, y Duhart Design, enfocada al diseño de mobiliario e importación y comercialización de muebles.
SB: ¿Por qué arquitectura?
AD: Toda la vida quise ser arquitecto. De pequeño quería ser carpintero, primero; pero siempre quise ser arquitecto. Desde que iba en secundaria y prepa, dibujaba plantas, distribuciones de casas, edificios, departamentos, iba a los supermercados a ver las revistas y veía los planos de las casas.
SB: ¿Cómo fue tu primer diseño y tu primera incursión en la arquitectura?
AD: Hubo un proyecto que hice cuando estaba todavía en la universidad, trabajaba para un despacho de un arquitecto y realicé un diseño para un edificio en Ciudad Satélite. No es una obra arquitectónica importante, pero sí tiene algo de valor arquitectónico. Mis primeras obras fueron remodelaciones.
SB: ¿Cuál es tu estilo?
AD: Yo le llamaría vanguardista, pero vanguardia es una palabra demasiado amplia, depende de muchas cosas: del uso al que esté destinado el proyecto, de la ubicación, del cliente. Hay muchos factores para definir un estilo, pero creo que lo más importante es lo que yo llamo “los huesos de la arquitectura”, es decir, la estructura. Creo que el común denominador de mis proyectos siempre va a ser evidenciar la estructura, hacer algo importante con ella porque es una parte que los arquitectos han olvidado en pos de la estética; la parte de acabados, de funcionamiento, creo que podría ser el común denominador de mi estilo; no puedo definirlo con un nombre, pero, cuando me lo preguntan, digo que es de vanguardia, aunque algunos dicen que soy minimalista, y soy todo menos minimalista.
SB: Empero, esto lo combinas de una manera integral con el diseño de interiores. Tienes una perspectiva más amplia, no solamente hablando de estructura, sino que llevas a cabo una combinación de tus trabajos.
AD: El objetivo y la forma en la que el despacho se vende es que intentamos hacer proyectos llave en mano, es por esto que conformamos la empresa como la describí antes, con estas tres grandes áreas para que no exista ese divorcio entre la parte de arquitectura y la del diseño de interiores, que al final de cuentas es lo mismo; es una entidad que debe responder a un todo, a un mismo idioma, a una sola directriz.
SB: Se ha puesto mucho énfasis en los desarrollos sustentables y hacer cosas un poco más amigables con el medioambiente, desde los materiales y su traslado, hasta la concepción misma de una edificación. ¿Qué valoración tienes de esto?
AD: Es una parte fundamental de nuestro trabajo; en cada proyecto hacemos hincapié en la sustentabilidad, desde la elección de las compañías que deben ser responsables socialmente y pensar en este tema. Por ejemplo, en la selección de las maderas nos aseguramos que la empresa que nos las vende sea una que esté reforestando e invirtiendo a futuro, lo mismo sucede con los pisos y todo lo demás. Nos ocupamos también de la parte energética, de la captación de aguas pluviales, de la separación de aguas grises, del tratado de aguas negras para rehúso, básicamente en cada detalle y aspecto; para los aires acondicionados, ocupamos máquinas que emiten aire caliente capaz de precalentar el agua de uso para baños y cosas por el estilo. Sí es un punto fundamental los materiales e intentar reducir lo más posible el consumo de energía y nuestra huella de carbono.
SB: De todos tus proyectos, ¿cuál es el que consideras que atiende más todos estos lineamientos?
AD: Aquí regresamos a lo mismo. La consciencia del cliente en México todavía es poca; conforme vamos avanzando en nuestros proyectos, cada vez lo hacemos más, es decir, las obras que tenemos ahora de hoteles en Cancún tienen niveles de sustentabilidad importantes. La certificación es muy costosa, y no siempre el cliente la quiere pagar, pero nosotros hacemos hasta lo imposible por sacar las certificaciones en todos los aspectos, desde la forma de la construcción. Para que te den las certificaciones, tiene que haber gente desde los procesos constructivos, materiales, empresas que te surten el material. Siempre proponemos a las compañías más importantes y certificadas al respecto, sobre todo si son hoteles. En Cancún están orientados al mercado europeo, y este mercado pide este tipo de cosas; entonces sí lo hacemos, pero en la medida que el presupuesto y el cliente lo acepte.
SB: Acabas de poner un tema muy importante en esta industria, que es la relación entre el arquitecto y el inversionista, lo que parece una especie de batalla. ¿Cómo intentas resolver esta conversación?
AD: Esto es bastante simple y fácil: lo bonito y bien diseñado no tiene que ser más caro, cuesta exactamente lo mismo hacer algo bello que algo feo. Para mí, para el despacho y el equipo esto no representa un problema; nunca recomendamos acabados extremadamente caros. Sí recomendamos cosas costosas, como las cancelerías para ahorrar energía en aires acondicionados, pero no así mármoles, granitos sofisticados o cosas que no tienen razón de ser. Básicamente, utilizamos materiales reciclados, sustentables, bonitos, que no tengan relación con el mármol o las maderas preciosas que encarecen la obra; preferimos invertir dinero en la estructura y hacerla más sofisticada que en el rubro de los acabados, los cuales deben ser más nobles, básicos y, sobre todo, comunicar cosas.
“En México, somos resilientes y podemos hacer las cosas igual o mejor que en otras latitudes, con presupuestos, materiales y estructuras contenidas, pero también tenemos esa parte artística que en muchas partes del mundo no poseen porque ellos tienen acceso a elementos superficiales”
SB: ¿Cuál es tu valoración de la arquitectura en México y el mundo?
AD: En el resto del mundo, desafortunadamente, la arquitectura se ha ido a propuestas extremadamente costosas y vistosas; entre más chueca esté la torre, entre más girada esté, llama más la atención pero encarece. En México, no hay esos presupuestos que existen en otras parte del mundo, como las Torres Petronas, por ejemplo. En Medio Oriente y los países árabes, el éxito de arquitectos como Zaha Hadid es absolutamente respetable, pero me pregunto: ¿qué haría un arquitecto de ese nivel con un presupuesto contenido? En México, somos resilientes y podemos hacer las cosas igual o mejor que en otras latitudes, con presupuestos, materiales y estructuras contenidas, pero también tenemos esa parte artística que en muchas partes del mundo no poseen porque ellos tienen acceso a elementos superficiales, pero nosotros tenemos que hacer de un muro recto algo bello. No podemos alcanzar las exageraciones de los arquitectos chinos porque no disponemos de tanto dinero. Aun si yo tuviera un presupuesto ilimitado, probablemente tampoco haría eso porque es cirugía plástica, no es algo real, y las modas pasan. Eventualmente esos edificios se van a ver muy viejos.
SB: ¿De qué te nutres para diseñar?
AD: Leo sobre historia, escucho música porque soy melómano, pero la inspiración viene de distintas partes. Yo trabajo más o menos 20 o 22 horas al día, en escritorio sólo 12, pero en mi día a día estoy proyectando ideas, incluso cuando duermo sueño con cosas, muchas veces en la regadera dibujo en el vapor; siempre estoy pensando en el avión porque viajo mucho. Dibujo en servilletas, en donde esté.
SB: ¿Quiénes son tus arquitectos favoritos de todos los tiempos?
AD: He ido cambiando a través del tiempo, cuando estaba en la escuela mi máxima inspiración fue Richard Meier, de hecho en mis primeras casas tropicalicé sus acabados. Él usaba cerámicas y yo adapté sus acabados al contexto mexicano: recubría mis obras con cantera blanca mexicana. En ese entonces, y creo hasta la fecha, sólo existen en dos formatos, 40 por 30 y 40 por 40, ambos son muy chicos, y lo que hacía para darle formatos más grandes era poner cuatro piezas para que fuera de 80 por 80, le hacía un pequeño bisel y eso hacía que pareciera que eran recubrimientos más grandes y enriquecía mucho las obras.
Una de mis tendencias es el brutalismo, es decir, a muros cerrados, o es cerrado o es abierto; difícilmente encontrarás en mi obra mezclas de muros con ventanas. Estos muros sólidos, que a mí me encantan, con esta cantera, eran muy lindos. También desde aquel entonces hice un trabajo sobre Moshe Safdie y quedé tatuado con la modulación, todo lo que yo haga siempre expresa una modulación, siempre responde a eso y a una geometría.
Después, los arquitectos japoneses, por ejemplo, Tadao Ando. Me fascina la arquitectura japonesa. Los arquitectos ingleses también me gustan mucho; hoy en día hay demasiados. Parte de mi día es ver arquitectura mundial: compro 40 o 50 libros al año de arquitectura y veo todo el tiempo lo que se está diseñando.
De México, también fui fan en la escuela de Abraham Zabludovsky. Actualmente hay varios que respeto, como Alberto Kalach, Frida Escobedo, Benjamín Romano, con su Torre Reforma, que está preciosa, y un edificio que está en Polanco que también me parece bellísimo, una obra de arte.
SB: ¿Quiénes son tus grandes maestros?
AD: Creo que el maestro que más recuerdo es Agustín Hernández; respeto mucho su arquitectura. Con él ganamos dos premios en la Universidad Anáhuac en un taller llamado Vertical, al que asistían los mejores de cada semestre y formábamos un equipo que participaba en concursos; ganamos un concurso del Instituto Mexicano del Cemento y del Concreto con un proyecto estudiantil que se iba a desarrollar en Cholula Puebla, y otro que fue la embajada de México en Riad, cuando Arabia Saudita cambió la sede de su gobierno. Desarrollamos ese proyecto y ganamos un premio internacional con él.