Aumentar el rendimiento y el valor de los activos de una empresa o propiedad en el mercado debe convertirse en una de las principales tareas de los administradores de inmuebles. Además de la aplicación de estrategias relacionadas con la eficiencia y la sostenibilidad, es necesario cultivar un conjunto de acciones y cualidades relacionadas con una deontología específica que garantice una gestión exitosa

Por Rafael Berumen de Cervantes

Más allá de cuantificar el valor de los activos de una empresa en una hoja de balance, existen también activos intangibles como la lealtad del arrendatario, las solicitudes de un servicio de excelencia y nuevas oportunidades para un beneficio mutuo en colaboración. Está comprobado que estos factores agregan valor a los activos a través del tiempo mediante la reducción de los costos de rotación y operación, además de que mejoran la reputación de un edificio en el mercado.

Trabajando como un solo equipo, los administradores de inmuebles, ingenieros, contratistas, administradores de contratos y personal de servicio deben enfocarse en tres áreas básicas de rendimiento de la propiedad: gestión planificada del espacio físico, manejo cuidadoso de las relaciones con los inquilinos y de la reputación en el mercado, todo ello con el objetivo de maximizar el valor de los activos.

Para alcanzar esta meta, es indispensable que los propietarios y administradores inmobiliarios fomenten el siguiente decálogo:

1 Operación eficiente y eficaz: para cumplir con este concepto el administrador debe contar con el conocimiento (know how), las herramientas y la capacidad adecuada. De lo contrario, aun con empeño y mucho esfuerzo le será imposible garantizar una buena operación. Entre más grande sea el proyecto inmobiliario, más se hará necesario contar con un grupo de expertos que posean la experiencia, coordinación y una plataforma de sistemas, ya que ésta posibilita la eficacia y la eficiencia.

2 Control: el administrador también debe de dirigir tanto administrativa como financieramente el proyecto. La cantidad de conceptos que están presentes en una administración integral y sus diferentes materias (técnicas, contables, legales, de gestión, servicios, relaciones, comercialización, etcétera) hacen más complejo el control completo y confiable del inmueble. Sin una plataforma de sistemas, el adecuado manejo de los procesos y las políticas correctas es virtualmente imposible controlar un inmueble en todas sus facetas.

3 Ética y honradez: lamentablemente, hay  pequeños y grandes administradores que no cumplen con este concepto y los casos de aquellos que roban a sus clientes llegan a ser incontables. Peor aún, hay administraciones internas y externas donde los niveles de corrupción llegan al descaro de encarecer el costo de los procesos para exigir cuotas a los proveedores, porcentajes de los contratos y privilegios indebidos. El buen administrador no debe darse la menor concesión en estos conceptos; sin embargo, hay muchos administradores que, por ejemplo, cobran por servicios que no están otorgando, engañan a sus clientes, proveedores y a veces hasta su propio equipo.

4 Legalidad: en el país, no todos los administradores cumplen con la ley, algunos ni siquiera la han leído; no obstante, no conocerla no exime de cumplirla. En otros casos, hay quienes aun conociéndola buscan la forma de evadirla, omitir su cumplimiento o romper de forma flagrante con ella.

5 Reportes exactos a tiempo y completos: el administrador necesitará de los sistemas y su correcta aplicación y manejo para poder proporcionar los reportes que reflejen la verdadera información del inmueble. Esto permitirá entender el estado de la propiedad y tomar las acciones y decisiones más correctas y oportunas.

6 Verdadera vocación de servicio: un servicio de excelencia sólo puede proporcionarse cuando existe la voluntad de entender las necesidades de los clientes y usuarios, así como atenderlas y tomar las acciones pertinentes para mejorar constantemente los niveles de satisfacción.

7 Actualización: en muchos edificios y grandes portafolios inmobiliarios llega a suceder que tanto las administraciones internas de las compañías, como las que son contratadas en forma externa, se quedan funcionando con modelos obsoletos que ya no corresponden a las necesidades de sus clientes. Por ello, no basta con estar al día, sino que es necesario ser parte de un proceso de actualización, entrenamiento y capacitación continua. Esto con la finalidad de mantener la actualidad y vigencia del conocimiento.

8 Transparencia: un buen administrador permite que la información esté disponible y sea accesible en todo momento; también admite que sus prácticas y procedimientos sean visibles, éticos y correctos. Por ejemplo, algunos administradores engañan a sus clientes haciéndoles creer que están logrando ahorros cuando en realidad están dejando de pagar a sus proveedores.

9 Responsabilidad social con la comunidad y el medioambiente: existen administradores que no pagan impuestos ni ofrecen prestaciones de ley o beneficios para sus trabajadores. Igualmente, hay quienes contaminan, desperdician recursos y no son respetuosos con su entorno, a diferencia de los buenos administradores que se convierten en un factor de cambio positivo para la comunidad.

10 Amor al trabajo: al buen administrador le gusta lo que hace, se divierte, disfruta y atiende apasionadamente su labor. Sin este ingrediente es muy difícil que los nueve puntos anteriores puedan armonizar entre sí.

Rafael Berumen de Cervantes
Arquitecto egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuenta con una maestría en Alta Dirección de Empresas por el IPADE. Es miembro del Colegio de Arquitectos de México y de BOMA Capítulo México. Actualmente ocupa el cargo de director Real Estate Management  Services en Colliers International México.

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