Arata Isozaki ha sido elogiado por sus obras arquitectónicas de carácter trasnacional, sus soluciones interdisciplinarias sensibles al contexto sociodemográfico y las huellas de identidad global y local plasmadas en edificios como Ceramic Park Mino y Palau Sant Jordi

Fotografía de portada: El Ceramic Park Mino, en Tajimi, Japón

Por Redacción, Fotografía: Cortesía de pritzkerprize.com

La Fundación Hyatt otorgó el Premio Pritzker de Arquitectura 2019 al japonés Arata Isozaki (1931), entre otras razones, por ser uno de los pioneros en “construir fuera de Japón en una época en que las civilizaciones occidentales influyeron tradicionalmente en el Este”, afirmó Thomas Pritzker, presidente del organismo.

Un enfoque fresco en sus edificios, desafío de las categorías estilísticas; la búsqueda de la arquitectura significativa y de vanguardia; profundo conocimiento de la historia y la teoría, fueron algunas de las cualidades elogiadas por el jurado.

El Centro Nacional de Convenciones de Qatar

Isozaki es calificado como un arquitecto que tiende a romper las fronteras. Los primeros éxitos de su carrera llegaron en la época de reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial. El arquitecto se ha planteado como objetivo “ver el mundo con los ojos propios”, por eso viajó alrededor de diferentes países antes de los 30 años; exploró Estados Unidos, Europa, China, el mundo islámico, el sudeste de Asia y el territorio japonés.

Art Tower Mito, un complejo artístico en Ibaraki, Japón

“Su precisión y destreza se demuestran a través del dominio de una gama intercontinental de técnicas de construcción, interpretación del sitio y contexto e intencionalidad de los detalles”, puntualizó la Fundación Hyatt.

Arata Isozaki estudió Arquitectura en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Tokio y comenzó su prolífica carrera bajo la tutela de Kenzo Tange, ganador del Premio Pritzker de 1987. Fue acreedor del Premio Anual otorgado por el Instituto de Arquitectura de Japón, así como de la Medalla de Oro RIBA y el Premio a la Trayectoria Lorenzo il Magnífico.

El año pasado, el indio Balkrishna Doshi fue el ganador de esta distinción, mientras que en el 2017 se otorgó el premio a los integrantes del estudio RCR Arquitectes, Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta.

El Shanghai Symphony Hall, en China

De acuerdo con la citación del jurado, la obra arquitectónica de Arata Isozaki se caracteriza por ser “heterogénea y abarca descripciones de lengua vernácula a alta tecnología”.

Algunos de sus trabajos destacados son Ciudad en el Aire –proyecto que plantea un nuevo acercamiento a la concepción de ciudad–, la Prefectita Prefectural Library, la Biblioteca Central de Kitakyushu, el Museo de Arte Moderno de la Prefectura de Gunma, Centro Himalayas, Palau Sant Jordi para los Juegos Olímpicos de 1992 en Barcelona, el Centro Cultural de Shenzhen y el Centro de Convenciones de Qatar.

Nara Centennial Hall, un complejo de usos múltiples en Nara, Japón

Los jueces también destacaron que el arquitecto japonés ha brindado su apoyo a la formación de profesionales del ramo para que tengan la oportunidad de desarrollar su talento. Por ejemplo, en el proyecto Furuoka Nexus World Housing y el programa Machi-no-Kao de la Prefectura de Yoyama invitó a participar a jóvenes arquitectos.

Su estilo arquitectónico es “visionario entre sus contemporáneos internacionales”, apuntaron, y su precisión y destreza se refleja en “su dominio de una gama intercontinental de técnicas de construcción, interpretación del sitio y contexto e intencionalidad de los detalles”.

Cascada en el Tsukuba Center Building

Al analizar su obra, el jurado, con Stephen Breyer a la cabeza, concluyeron que los edificios del arquitecto japonés parecen geométricamente simples, pero se encuentran permeados de teoría y propósito; están dotados de sensibilidad intercultural, por lo cual se adaptan a las características sociodemográficas específicas, y muestran una conectividad reflexiva entre la identidad global y local.

Como ejemplo, Ceramic Park Mino es un museo de cerámica ubicada en un valle en cascada. Su edificación fue pensada para que se conservara la vegetación nativa y no se perdiera la topografía, sino que se expandiera a través de terrazas al aire libre, plataformas de observación y miradores.

Por otro lado, Palau Sant Jordi se construyó bajo tierra, a fin de disminuir el perfil de las instalaciones y, en su lugar, destacar la ladera de Montjuic que lo rodea. Como acabados, se utilizaron materiales locales como ladrillo, azulejo, zinc y travertino em un techo abovedado.

En Palau Sant Jordi, en Barcelona, España

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