Hoy, el concepto del que más se está hablando en la planeación de nuestras ciudades es la llamada smart city.

Y por smart city entendemos una ciudad eficiente y sostenible, donde la calidad de vida de sus habitantes vaya in crescendo. Es imposible concebir la eficiencia de una ciudad sin poner sobre la mesa el concepto de movilidad y todos los problemas que dicho término nos acarrea.

En la actualidad, la Ciudad de México es una de las tres urbes con mayor tráfico del mundo. El tiempo que destinamos al transporte entre nuestra vivienda y el trabajo supera las dos horas promedio por habitante.

Los capitalinos vivimos en una ciudad en donde moverse es un triunfo; donde en hora pico la velocidad promedio en automóvil es de menos de ocho kilómetros por hora; donde hacer cola para abordar el transporte público puede llevar hasta una hora y donde los taxistas, peatones, automovilistas y ciclistas vivimos peleándonos por el espacio.

Estamos preocupados por tener viviendas más meritorias sin importar que éstas no generen ciudades más dignas.

Estamos preocupados por cómo financiar vivienda y no por encontrar dónde financiarla. Sería indispensable integrar mecanismos para que el financiamiento a la vivienda fuera exclusivamente brindado en zonas cercanas al lugar en el que se trabaja, evitando así que los trabajadores las adquieran en sitios alejados.

Estamos preocupados por cómo transportarnos más rápido (o mejor dicho menos lento) en vez de pensar en cómo transportarnos menos.

Seguimos enfrascados en la constante polémica por tomar las decisiones acerca de invertir en transporte público o favorecer el uso del automotor.

Pero si bien la problemática es bastante compleja y no es atribuible en su totalidad a nuestras autoridades, deberemos entender que el principal problema es el de nuestra enfermiza dependencia al uso del auto.

Diversas asociaciones internacionales como Smart Growth y Urban Land Institute, han estudiado ampliamente los procesos de suburbanización de nuestras megalópolis durante el siglo XX, y recomiendan procesos de recentralización para acortar distancias de traslados.

Los habitantes metropolitanos tenemos que adoptar con urgencia mejores prácticas de movilidad y reforzar nuestra cultura cívica.

La encomienda es desincentivar lo más posible el uso del automóvil, implementando para ello parquímetros, aplicando impuestos en zonas controladas y promoviendo el uso de autos compartidos, que aumente el promedio de 1.2 pasajeros por auto a por lo menos 3.5.

Reestructurar y reforzar la red de transporte público con nuevas trayectorias lógicas y eficientes, con corridas más frecuentes que lleguen a estaciones que permitan una espera digna.

Exigir a las autoridades que las leyes de movilidad queden bien articuladas y se apliquen correctamente y para que inviertan en planes de desarrollo coherentes, profesionales y bien estructurados a cargo de urbanistas profesionales.

Los seres humanos hemos logrado organizarnos a través de la historia para lograr grandes proezas. El ingenio de nuestros profesionistas ha logrado vencer adversidades relacionadas con los sismos, el nivel freático y la creciente infraestructura urbana. No encuentro razón para que más allá de esas politiquerías que tanto nos dañan, encontremos soluciones técnicas que mejoren la movilidad de nuestra ciudad.

Confío ampliamente en que el tiempo nos permitirá visualizar claramente las ventajas de mejores formas de utilizar nuestras ciudades, en donde podamos llegar en poco tiempo a nuestro destino y tengamos más horas para actividades de esparcimiento y socialización con nuestros seres queridos.

 

Homero Hernández Tena
Director de la Facultad Mexicana de Arquitectura, Diseño y Comunicación de la Universidad La Salle, director de SCAP Arquitectos.

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