Por Darinel Becerra, Fotografías: Rubén Darío Betancourt

Antes de conocer el despacho Legorreta® me pregunté si todo era como en el hotel Camino Real de Polanco (inaugurado el 25 de julio de 1968), en la Ciudad de México (CDMX), una de las obras más emblemáticas de Ricardo Legorreta (1931–2011), el papá. Y, en efecto, al entrar, por un momento caminé en los pasillos de aquel hotel, flanqueados por pesados muros, pintados con blancos puros y los clásicos colores encendidos, con los que se rinde tributo a la mexicanidad.

Bajé unas escaleras, también típicas del internacional arquitecto, y al entrar a la recepción ahí estaba él, sonriendo, con la mirada fija, era el busto de Ricardo Legorreta, que todo lo ve.

Me quedé mirándolo y supuse que el estar para siempre en la entrada de esa casa de las Lomas de Chapultepec, en la CDMX, es más que un recuerdo, es la mismísima vida y entusiasmo que transmite su sonrisa a todos los que llegan a trabajar al despacho.

Después, saludé de mano a Víctor Legorreta, el hijo. Nos sentamos, y antes de iniciar la charla, miré con detalle dos vasos de donde salían decenas de lápices, con las puntas perfectamente afiladas, dispuestas a dejar en el papel cualquier idea que pudiera venir de la cabeza de nuestro arquitecto, el actual encargado del despacho Legorreta®, con quien charlamos de forma desenfadada.

“Muchas veces en tu edificio quieres destacar o trascender, pero es un error porque tú debes hacer un edificio que sea lo mejor para la gente que lo habite y para la ciudad”

SMART BUILDING (SB): ¿Qué sientes al entrar al despacho y ver el busto de tu papá?

Víctor Legorreta (VL): Tiene una historia curiosa. Mi hermana es artista, pintora, y en esa época le dio hepatitis, y como tenía mucho tiempo libre se puso a hacerle la estatua, que es muy caricaturesca y mi papá tenía mucho sentido del humor, entonces está relacionada.

SB: ¿Dónde empieza tu gusto por la arquitectura?

VL: Siempre estuve rodeado de arquitectura porque en mi casa se hablaba de ella todo el tiempo. Mi hogar estaba lleno de libros de arquitectura. En los viajes también se veía mucha arquitectura.Cuando me empezó a gustar estaba en la prepa y en un par de veranos me metí a trabajar con las maquetas. Tenía 15 o 16 años, y tenía miedo por la relación con mi papá.

SB: ¿Cuáles son los preceptos que sigues o consideras importantes y que heredaste de tu papá?

VL: Una es su pasión. Mi papá buscó una arquitectura mexicana. Creo que México tiene una gran cultura arquitectónica o plástica, en general. Siempre ha habido grandes pintores, escultores y arquitectos. La arquitectura viene desde la parte prehispánica, colonial e, incluso, de la parte vernácula. Mi papá era muy apasionado de los pueblos mexicanos, de la arquitectura popular y de la moderna. Por ahí empezamos. Si estás en un país que tiene esa tradición, por qué perderla. Es uno de los motivos para continuar. A veces se interpreta como “ser típico” y que, por ende, todo se hace de aplanado o de piedra, y no creo que sea necesario, más bien se puede hacer una arquitectura moderna, contemporánea, con materiales nuevos, pero que tenga esa esencia mexicana, la cual es difícil de definir, pero se puede distinguir.

SB: ¿Qué artistas plásticos te inspiran y por qué?

VL: Sin duda, los artistas plásticos son una inspiración, sobre todo la escultura. La arquitectura es escultura sólo que funcional, la otra es más estética. Por ejemplo, Eduardo Chillida, que es un escultor vasco muy bueno, es muy arquitectónico y creo que es una inspiración. Inspira formas en la parte de arquitectura. En México hay muchos, pero también hay otros arquitectos internacionales, que influyen. Cuando yo era joven, Louis Kahn influyó mucho en mí. Creo que ha sido de los grandes arquitectos del siglo XX, como Álvaro Siza, Rafael Moneo o los artistas japoneses. A mí, por ejemplo, me tocó trabajar con Fumihiko Maki. Actualmente, entre los más modernos, hay un gran grupo de arquitectos al que pertenece Peter Zumthor.

SB: En tu caso, ¿cómo llega el momento creativo?

VL: Ser arquitecto es de 24 horas, entonces traigo la cabeza todo el tiempo activa, pensando en proyectos. Es una profesión que me gusta mucho. Hay momentos de inspiración en los que de repente se me ocurre una idea, pero también creo que es un proceso. Lo hemos tratado de implementar en el despacho y ha funcionado muy bien. Funciona como lluvia de ideas. En nuestro caso, por ejemplo, nos dan un proyecto y lo platicamos entre los integrantes del despacho. No nos gusta dibujar al principio, sino que esperamos unas dos o tres semanas en lo que lo traemos en la cabeza y a veces vemos libros o escuchamos recomendaciones, para tener la mente fresca. Normalmente, yo hago la primera idea, pero me gusta compartirla con el equipo y ha resultado, porque llegan con otra visión. Es un proceso. Yo he visto que más que una idea, en las buenas obras, es un proceso que se madura y se ve en los proyectos.

Mi amigo Mauricio Rocha, con quien estoy en un proyecto, siempre dice que los proyectos están “adolescentes” cuando aún les falta madurar, por lo que hacemos muchas maquetas, modelos en computadora y lo vamos puliendo y viendo, y ahí es donde funciona la labor en equipo.

SB: ¿Qué responsabilidades adquieres en cuanto a erigir una torre, como la Torre BBVA Bancomer, en una ciudad tan grande?

VL: La Torre Bancomer sí me quitó el sueño, muchas veces, porque no sabía si iba a ser o no una aportación a la ciudad. Creo que en ocasiones interviene el ego. Muchas veces en tu edificio quieres destacar o trascender, pero es un error porque tú debes hacer un edificio que sea lo mejor para la gente que lo habite y para la ciudad. Yo le aprendí eso a mi papá: ver cómo se podía hacer una arquitectura que no sólo fuera para poner tu nombre, sino una arquitectura que cumpliera con su objetivo.

SB: Y tú, ¿cómo te consideras?

VL: Eso no lo puedo juzgar yo, pero me gustaría ser recordado como un arquitecto que tuvo buenas intenciones, que puso todo su esfuerzo en hacer todo lo que pudo en sus obras y, sobre todo, responsable.

SB: ¿La obra más personal que tengas y por qué?

VL: Podría ser mi casa, porque yo la diseñé. Tú eres el mismo cliente y tú sufrirás tus mismos errores, por lo que se vuelve una introspección.

SB: ¿Cómo lo platicaste?

VL: Con mi familia, y algo con el equipo.

SB: Dentro de tu casa, ¿cuál es el espacio que más disfrutas y por qué?

VL: La sala, aunque no estoy ahí mucho tiempo.

SB: ¿Cómo funciona el trabajar con obras de otros artistas en los proyectos arquitectónicos?

VL: Yo creo que ya existía antes en la arquitectura. Por ejemplo, en las iglesias coloniales. Tenían el portal barroco y la mano de los “Muchas veces en tu edificio quieres destacar o trascender, pero es un error porque tú debes hacer un edificio que sea lo mejor para la gente que lo habite y para la ciudad” indígenas e, incluso, trabajaron la parte barroca y la escultura quedaba arriba, es decir, la arquitectura y el arte estaban mezclados. Creo que fue en el siglo XX cuando se empezaron a separar y creo que eso es un error porque aprendemos muchísimo cuando trabajamos con los artistas. Ellos llegan con una mentalidad diferente. Es una particularidad del despacho. Lo hizo mucho mi papá en el Camino Real.

Recuerdo que, en Plaza Juárez, nosotros dijimos que íbamos a diseñar el piso, por lo que le hablamos a Vicente Rojo, e hicimos una maqueta, pero después regresó y cambió toda la plaza, de manera que se viera el piso. Así que fue un trabajo en equipo.

SB: ¿Qué carácter debe tener un arquitecto para llevar hasta el final un producto como Torre BBVA Bancomer?

VL: Tienes que ser apasionado y hasta necio porque, por ejemplo, la Torre Bancomer duró como ocho años. Por un lado, debes defender tus ideas y lo que consideras importante, pero, por otro lado, tienes que saber trabajar en equipo, vender tus ideas y entender al cliente. Es una dualidad entre ser buena gente y, por otro lado, necio y defensor de tus ideas.

SB: De las ciudades que has visitado, ¿cuál se te hace la más armónica o mejor armada arquitectónicamente?

VL: A mí me encanta Roma, en lo particular. Tiene unas plazas increíbles y mucho arte, como las estatuas, entre otras cosas, además de la parte peatonal. También me gustan las vías modernas como Nueva York, que me parece una ciudad apasionante. Es caótica.

SB: ¿Cuándo crees que la CDMX se verá como Nueva York, donde levantas la mirada y las perspectivas de los rascacielos casi se juntan?

VL: Yo creo que hacia allá va. Probablemente nunca seremos Nueva York porque el suelo es malísimo en México. Saldría carísimo. Pero sí creo que la tendencia es hacia ciudades verticales, incluso por la parte ecológica. Está comprobado que las ciudades más densas son más ecológicas.

SB: ¿Construirías desarrollos o departamentos residenciales sin estacionamientos?

VL: Sí. No al cien por ciento, pero creo que debemos buscar otros esquemas. Por ejemplo, un arquitecto se fue a vivir a Suecia y donde vivía había seis u ocho coches comunes. Cada vez el coche se está volviendo una cosa común. El transporte público también contribuye, al igual que la bicicleta. Creo que sí hay una tendencia a usar menos el coche.

SB: ¿Has dado clases?

VL: Sí. Como cuatro años en la Universidad Iberoamericana y me gustó mucho, aunque me falta tiempo.

SB: ¿Cuál es la propuesta actual del despacho?

VL: Hemos tenido la suerte de tener proyectos muy variados. Siempre hemos querido hacer casas, pero es un poco complicado por el trato con el cliente, por lo que se vuelve muy personal. Estamos haciendo conjuntos mixtos, dos en Querétaro, uno en San Luis Potosí y vamos a empezar uno en Guadalajara, e internacionales estamos haciendo un proyecto en África, un hospital con universidad.

SB: ¿Tienen planes para cotizar en bolsa?

VL: No creo. Siempre hemos querido mantener nuestra individualidad.

SB: ¿Cómo percibe el despacho los cambios que está haciendo Claudia Sheinbaum?

VL: Estamos de acuerdo con la parte ecológica que ella defiende mucho, en recuperar espacios públicos, así como el transporte público.

SB: El nivel de desarrolladores en México, ¿es correcto o falta para que ustedes como arquitectos puedan llevar a cabo obras?

VL: Hay de todo. Donde está el reto es en que encontremos mesas de discusión, donde se expongan diferentes inquietudes.

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