Un aspecto positivo de la pandemia de coronavirus es que nos está dando lecciones sobre la forma en que diseñamos edificios y ciudades. Tenemos la oportunidad de cambiar para lograr una realidad más en balance con la naturaleza, entendiéndonos a nosotros mismos como parte de esta.

A pesar de que vivimos en tiempos de conectividad a través de la comunicación digital, estamos experimentando la añoranza del contacto humano que las urbes y la arquitectura proveían. Esto es prueba de que, sin importar los logros tecnológicos de nuestros tiempos, la interacción humana es imprescindible en nuestras vidas. Las ciudades y la arquitectura son los medios que permiten esta interacción.

Hemos sido forzados a volvernos locales, a usar nuestras casas como no lo hicimos nunca, y a minimizar nuestras necesidades. Esto es prueba de que la movilidad en las ciudades puede ser moderada, y es una oportunidad para reducir el uso de coches y, por ende, las emisiones de CO2; cuestionando el por qué y cómo nos desplazamos dentro de las ciudades. Esta es una oportunidad para diseñar metrópolis enfocadas en la movilidad de la gente, no en la de los autos.

El uso específico de los edificios ha probado estar pasado de moda. La arquitectura necesita responder ahora a la flexibilidad de usos y a la adaptabilidad a través del tiempo. Esto ayudaría a ahorrar espacio, recursos, deshechos, y a bajar el impacto medioambiental. Un auditorio, por ejemplo, que solo es usado unas horas por la tarde, puede alojar un programa escolar por las mañanas. Los edificios híbridos podrían responder mejor en escenarios de emergencia.

Considerando que esta pandemia no desaparecerá de un día para el otro, si no seguramente a través de un largo proceso gradual, y que estamos más conscientes de nuestra vulnerabilidad a amenazas impredecibles, la arquitectura tendrá que reenfocarse hacia el bienestar de los usuarios, proveyendo espacios más seguros para la interacción humana. El nuevo diseño de edificios necesita orientarse hacia la salud.

La covid-19 nos ha dado una gran lección de humildad hacia la naturaleza, un recordatorio de que nosotros como especie humana formamos parte de un ecosistema mayor, del cual no estamos en control, si no estamos en armonía con él. Las ciudades y los edificios deben de ser diseñados de una forma más consciente y no debemos de subestimar el poder que su impacto tiene sobre el planeta.

 

Ingrid Moye

@ZellerandMoye

Directora de Zeller & Moye. Realizó sus estudios de Arquitectura en la Universidad Anáhuac, y el ETSAM de Madrid. Colaboró en los despachos de arquitectura SANAA en Tokio, así como en Herzog & de Meuron en Basilea y Londres.

Foto: Napoleón Habeica

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