Con una de las trayectorias más prominentes de la arquitectura mexicana, Sara Topelson ha contribuido con ideas de urbanismo para que el diseño no esté disociado del contexto y que este maridaje sea el que explique lo sustentable. Su legado, pensamiento y parte de su vida se escriben en estas páginas

Por Antonio Nieto, Fotografía: Rubén Darío Betancourt

Acaso una de las mejores descripciones sobre la cotidianidad de la Ciudad de México se encuentra en las letras del escritor Carlos Monsiváis: “En el terreno visual, la Ciudad de México es, sobre todo, la demasiada gente”.

Esta desproporción interpela a la arquitectura y al urbanismo. Y ésa es una de las principales preocupaciones de la arquitecta Sara Topelson. Para ella, el reto principal es integrar la arquitectura al entorno, y ello significa considerar variables tan primordiales como las distancias, la movilidad y los servicios.

Multigalardonada internacionalmente, ha construido una carrera comprometida y fundamental para la arquitectura mexicana. Fue la primera presidenta de la Unión Internacional de Arquitectos, reconocida como Mujer del Año en 1996, nombrada Caballero de la Orden de Artes y Letras del Ministerio de Cultura de Francia, en 1998, y la Medalla Bene Merentibus de la Sociedad de Arquitectos Polacos, el mismo año, y otros muchos más. Estuvo también al frente de la Subsecretaría de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio, donde buscó que sus principios fueron aplicados a la Ciudad, una tarea tan compleja como apasionante.

Smart Building conversó con ella en su casa, la cual cumple con algunos de los elementos que Luis Barragán señaló sobre un espacio arquitectónico: jardines, serenidad, intimidad, silencio, belleza, alegría…

“Hoy el reto de arquitectos y urbanistas es tomar en cuenta el entorno urbano. El edificio aislado puede ser magnífico, pero debe asumir el reto de integrarse al entorno en el que está”

Smart Building (SB): ¿Cuál es su concepto de arquitectura?
Sara Topelson (ST): La arquitectura en su gran principio es crear espacios de calidad para que habitemos todos; no importa el tamaño del espacio ni la ubicación: tenemos que crear espacios gratos que nos inviten a vivir en ellos. Varía la escala si vamos a hacer un teatro o una casa, pero todo el espacio, toda la arquitectura, no importa de qué escala o de qué envergadura sea, está ubicada en la ciudad, y la verdad es que hoy todos vivimos en medios urbanos.

En México, 78 por ciento de la población vive en ciudades. Por lo tanto, tenemos que cuidar mucho y diseñar muy bien el entorno, y ahí es donde tenemos un reto muy grande, porque hemos descuidado mucho el diseño urbano a todos los niveles. No tenemos buenas banquetas, necesitamos más espacios públicos, zonas de encuentro, y mejorar los paraderos de los autobuses, las estaciones del metro, los centros de transferencia multimodal; todos éstos se han vuelto puntos de encuentro social muy importantes y, por lo tanto, requieren de espacio, de buenas dimensiones y de calidad. Creo que hoy el reto de arquitectos y urbanistas es tomar en cuenta el entorno urbano. El edificio aislado puede ser magnífico, pero debe asumir el reto de integrarse al entorno en el que está.

SB: ¿Cómo definiría el concepto “sustentable” en todo lo que tiene que ver con el proceso de construcción?
ST: El apellido sustentable ahora se lo ponemos a todo, edificios sustentable, vivienda sustentable… la verdad es que sí requerimos edificios y viviendas sustentables, pero hay que entender la sustentabilidad en su concepto integral.

Cuando hacemos viviendas, estos conjuntos de casitas en una extensión muy grande de territorio, aunque le pongamos el apellido sustentable, no lo son si están lejos de la ciudad. La extensión de territorio hace que tengamos más calles, más luminarias. Lo mismo se aplica para toda la infraestructura; es más sustentable la edificación con más densidad que la edificación dispersa. Si volteamos a ver a los países europeos, la mayoría de la construcción de viviendas representan, cuando menos, entre 60 y 65 por ciento de lo construido en una ciudad. Quienes viven en casas son los más ricos; el resto de la gente vive en departamentos. Lo mismo sucede en Madrid, Londres, etcétera.

Nosotros éramos así. Si vemos lo que se construía cuando se hicieron colonias como Santa María la Rivera, la Roma, sí había casas pero mezcladas con otra tipología; todas éstas tenían muy buenas calles, muy buenos espacios públicos;  un poco más de densidad. Ahora se están densificando, lo cual es muy positivo, pero también para ser sustentable en esta densificación hay que revisar el estado de la infraestructura, como el agua, del drenaje, de electrificación, etcétera. En muchos casos, sólo tomamos lo que conviene y no el concepto integral de la sustentabilidad.

SB: ¿Cómo puede influir el arquitecto para convencer al que hace la inversión en la construcción para tomar una vía sustentable?
ST: Su papel sería proponer, pero si eso no marcha, pues ni modo, no se va a quedar sin trabajo. El arquitecto debe escuchar a su cliente, pero siempre se vale proponer, acercar ideas propositivas en materia de manejo del entorno. Hay otras condicionantes más si hacemos entornos un poco más densos, como todas estas colonias en que la familia puede prácticamente hacer todas sus actividades en el mismo entorno a pie. Eso es muy sustentable.

Yo de niña vivía en la calle de Ámsterdam, en la Condesa, y todo estaba cerca, máximo a dos cuadras todos los servicios: la tintorería, el salón de belleza, la farmacia; todo eso se hacía a pie. El automóvil sólo se usaba para ir a trabajar, y a la escuela se iba en camión, o a pie a las que estaban más cercanas. Si hacemos entornos más integrales, usaremos menos el automóvil. Recientemente, hicimos un taller con millennials derechohabientes del Infonavit y les preguntamos qué prefieren en materia de vivienda. Todos contestaban que les gustaría vivir cerca del metro, del metrobús, de los sistemas de transporte y, de preferencia, cerca de un parque donde pudieran salir a correr o hacer ejercicio y cerca de comercios cotidianos.

SB: ¿Qué cree que ha motivado este crecimiento que parece desproporcionado en particular de la Ciudad de México, que ahora tiene problemas de movilidad, densidad y una franja de desigualdad considerable?
ST: Las políticas que han prevalecido mucho tiempo en materia de movilidad. A partir de los 60, el automóvil se vuelve aspiracional, una medida de estatus. Entonces, las familias comenzaron a tener un coche, las distancias se volvieron más largas, y se fue incrementando el número de automóviles por familia. Hacia 2000, parecía que la extensión de nuestra movilidad individual era tener un automóvil, llenamos la ciudad de ellos, con políticas públicas que, favoreciendo su uso, dieron muchas facilidades para los autos a costa de no atender el transporte público.

El 65 por ciento de la población se mueve en transporte público, sólo el 25 por ciento en auto, y el otro 10 por ciento se mueve a pie y en bicicleta. Las políticas públicas deberían favorecer al mayor número de población; esto volvería todo más equitativo. Pero se beneficia a ese 25 por ciento que, en general, es el sector más pudiente. Hoy las políticas públicas están cambiando para favorecer el transporte público, un poco tarde, porque es muy difícil introducir los sistemas de transporte en la Ciudad.

Hoy para hacerlo hay que convocar a la sociedad, a los grupos sociales; hay que explicarles qué se va a hacer. Hay mucho rechazo a muchas iniciativas gubernamentales porque no se explica a la gente, no se pone un plano. El rechazo al metrobús de Reforma, por ejemplo, es lógico: para comenzar, toca la calle más importante del país, que es patrimonio de nuestra Ciudad, la cara de la capital ante el mundo. ¿Qué hubiera pasado si, con un poco más de trabajo, en lugar de que fuera en Reforma fuera en avenida Chapultepec y Arcos de Belén? Así entonces se hubieran creado dos arterias de calidad similar. Se deben utilizar las oportunidades que la Ciudad ofrece.

SB: ¿Cuál piensa que es el estado actual de la edificación en México? De pronto comenzó el boom del crecimiento vertical de la Ciudad. ¿Qué tan conveniente es esto desde el punto de vista de la movilidad?
ST: Las edificaciones altas son un fenómeno muy positivo para la Ciudad. No sólo en la Ciudad de México, Monterrey ya tiene la Torre Koi, el edificio más alto de México, y Guadalajara también ha construido grandes edificios. Es la dinámica de densificación, ya no sólo en vivienda, sino en oficinas. Esto es muy positivo, pero se debe atender algunos temas importantes; se debe hacer un estudio de impacto urbano que califique las cargas económicas para hacer que sea funcional. Si se autoriza un edificio alto, se debe ver cuál va a ser el impacto en la zona y cómo podemos minimizar o atender el impacto urbano a través de mejoras viales. La construcción del deprimido de Antara es un buen ejemplo de esto. Pero sí es benéfico, nos pone en un papel de vanguardia a nivel mundial. Tenemos diseños magníficos.

SB: ¿Cómo se da la relación entre un edificio inteligente con la sustentabilidad?
ST: Podría haberla, pero lo que sucede es que cuando se inaugura el edificio inteligente todo funciona, pero si no se le da monitoreo y revisiones anuales pues quién sabe si siga siendo inteligente. Yo siempre he sustentado que el edifico no es inteligente, sino las personas que lo diseñaron, lo construyeron y lo mantienen.

Éste es un reto en México. Tenemos casi cero cultura del mantenimiento urbano y arquitectónico, que deteriora nuestra ciudad. Se debe propiciar, por un lado, la cultura de mantenimiento y, por otro, involucrar a la comunidad que vive en torno a ese espacio.

SB: ¿Qué le ha dejado a usted la arquitectura?
ST: Pues como muchas profesiones, es una forma de vida, se vuelve una pasión, vives como arquitecto. Mi esposo también es arquitecto y en donde quiera que estamos no podemos evitar analizar los edificios, los materiales, los espacios, los sistemas constructivos; si viajamos, el viaje por supuesto está lleno de arquitectura que queremos visitar, ya sean edificios nuevos o viejos.

SB: ¿De qué se nutre para construir? ¿Cuál es su inspiración?
ST: Muchos edificios que visito, lectura de revistas actualizadas de arquitectura y mucho de la pasión, voluntad, e intención de crear espacios de calidad que sirvan a quienes los habitan. Si algo puede darle la arquitectura a todos los habitantes de la Ciudad son los espacios, en los cuales no sea la escala mínima, sino el espacio que requiere el espíritu de la gente.

SB: ¿Quiénes son sus grandes maestros arquitectos?
ST: Cuando era estudiante, tuve muy buenos maestros, como José Luis Benlliure y José Luis Esquerra, entre otros. Era un grupo de maestros muy estimulante, que estaban muy comprometidos con transmitirnos conceptos de arquitectura y nos involucraron a estudiar historia de la arquitectura y a los arquitectos contemporáneos: Don Mario Pani, Villagrán, Legorreta, Augusto Álvarez, etcétera. A mí siempre me gustó la historia y la estudié a profundidad. Desde entonces, los viajes eran para ir a visitar los lugares. No hay emoción más constructiva para mí que visitar todo el día arquitectura de todos los tiempos.

“Tenemos casi cero cultura del mantenimiento urbano y arquitectónico, que deteriora nuestra ciudad. Se debe propiciar, por un lado, la cultura de mantenimiento y, por otro, involucrar a la comunidad que vive en torno a ese espacio”

SB: ¿Cuáles son sus arquitectos preferidos en México?
ST: Admiro mucho la obra de Barragán: era un hombre muy dedicado a la arquitectura, un esteta, lo que buscaba era la estética, y esto está presente en todo lo que hizo; un claro ejemplo de que aunque la arquitectura debe ser funcional y racional, no puede perder los valores estéticos. Después a Mario Pani, lo admiré y quise muchísimo; sus conceptos de ciudad, urbanismo, edificación, de proporción… era otro gran pensador; fue para mí un privilegio aprender de él. Ricardo Legorreta, gran amigo, muy cuidadoso de la calidad espacial. La gente que no lo conoce tanto cree que sólo es el color, pero más allá de eso, la proporción de los espacios que generaba, las secuencias de la dinámica de sus espacios y edificios acaba siendo poética.

SB ¿Cuál es el estado de la arquitectura mexicana respecto a esta línea funcional y estética?
ST: Pues está todo el abanico. Decía el maestro Villagrán que los edificios podían ser desde lo más poético y sin función, sólo la estética, como una cripta, y los que sólo eran funcionales, sin ninguna estética, como la cárcel. Hay toda una variedad de opciones, pero cada edificio requiere algo. Un hospital no puede no ser funcional pero eso no quita que las salas de espera tengan algo de generosidad con quienes lo visitan. Los edificios deben tomar esta gama; no pueden deslindarse.

SB: En su carrera ha colocado el papel de la mujer en un lugar muy alto. ¿Cómo se siente respecto de eso? ¿Siente que es una responsabilidad muy grande?
ST: Me siento muy bien. Posiblemente, una de las aspiraciones que tuve fue la de llegar a ser presidenta de la Unión Internacional de Arquitectos; no había habido una mujer. Yo me lo propuse y con el apoyo de mi esposo gané las elecciones contra dos candidatos muy fuertes: un chileno y un norteamericano. Le tocaba a América por cuestiones geopolíticas. Tenía 15 años que no había un presidente latinoamericano.

Fue fantástico porque hay un camino que las mujeres hoy pueden seguir; ya hubo otra mujer presidenta años después en la UIA. Es excelente y que exista el reconocimiento de todos los profesionistas, que no estén cerradas las puertas.

SB: ¿Qué mensaje cree haber dejado a las mujeres a su paso por la institución?
ST: Hay un empoderamiento y participación de la mujer más pareja con nuestro colegas. Cuando hay la capacidad, podemos hacerlo al mismo nivel que los hombres. A la primera gobernadora de México en Colima, Griselda Álvarez, le preguntaron algo similar: “¿Qué significaba que llegara a ser la primera gobernadora en México?” Y dijo: “Saben qué significa, trabajar el doble para lograr la mitad”.

Vamos camino hacia la igualdad. Cuando yo estudié arquitectura, éramos 10 por ciento de mujeres en la Facultad; hoy son 50 por ciento hombres. Cuando ya se pasa al nivel de directivos, cabezas de los despachos de talleres de arquitectura, el porcentaje de mujeres aún es pequeño, pero va en aumento.

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