El nuevo cuartel general de Bloomberg, en Londres, no sólo destaca por su elegancia arquitectónica, sino también por sus soluciones de ahorro de energía, ventilación e iluminación natural
Por Ricardo Donato
Más que un espacio de libertad, la oficina ha sido vista históricamente como un lugar de encierro, obediencia y férrea disciplina, una de las múltiples “jaulas de hierro” nacidas con la sociedad moderna, a decir del sociólogo alemán Max Weber.
La falta de perspectiva arquitectónica, lejos de desmentir el prejuicio lo ha confirmado: construcciones grises que favorecen la aglomeración de personas en cubículos diminutos; ambientes claustrofóbicos, viciados y sin iluminación; burocracia, movilidad restringida y vigilancia absoluta de los cuerpos.
¿Puede la arquitectura contemporánea trastocar este modelo? El nuevo corporativo del gigante de las noticias y el software financiero, Bloomberg L.P., alza la mano para dar una respuesta afirmativa. Inaugurado en octubre de 2017, se yergue en el corazón de la City, próxima a la catedral de San Pablo y la iglesia de St. Stephen Walbrook.
Obra del despacho británico Foster and Partners, su diseño consiste en dos grandes bloques triangulares construidos a base de arenisca Yorkshire tallada, conectados en los niveles superiores por una sucesión de puentes, y a ras del suelo por un antiguo camino romano hoy restablecido como un corredor de arte, boutiques y restaurantes.
La fachada evoca las formas simples y geométricas de una estantería de almacén, aunque con un rasgo distintivo: amplios ventanales revestidos de una coraza de rejillas de bronce mecánicas que, además de reflejar a las construcciones circundantes, permiten la entrada de luz y ventilación natural.
“Los espacios interiores se ventilan de forma natural a través de una fachada que, literalmente, respira, mientras que un atrio con iluminación superior, bordeado con una rampa en espiral y situado en el corazón del edificio asegura un entorno conectado, saludable y creativo”, declaró en un comunicado el arquitecto Sir Norman Foster.
En condiciones templadas, explica el sitio web del Bloomberg London Building, sus 117 rejillas de bronce distintivas se abren y cierran como branquias, un mecanismo de ventilación natural que reduce la dependencia de los sistemas mecánicos de climatización y enfriamiento.
Este flujo dinámico de aire logra ahorros que oscilan entre los 600 a 750 MWh de energía anuales, lo que a su vez se traduce en una reducción de emisiones de 300 toneladas métricas de carbono al año. Un corporativo de oficinas con el que Bloomberg quiso demostrar su lucha contra el cambio climático.
Sostenibilidad que ilumina
Uno de los objetivos de esta edificación era obtener la clasificación “excepcional” de BREEAM (Building Research Establishment Environmental Assessment Method), el certificado de construcción sustentable más reconocido a nivel global. Así, todas las decisiones, desde su cimentación, construcción y costos operacionales, están basadas en los criterios de sostenibilidad para aprovechar al máximo los recursos naturales: agua, luz y aire.
En lo referente a la iluminación, el inmueble incorpora 5 mil luces led, incrustadas en 2.5 millones de paneles de techo blancos, hechos a la medida y con un diseño que emula pétalos de rosa. Este sistema consume hasta 40 por ciento menos energía que una solución fluorescente típica, y no sólo eso, ya que su techo combina funciones acústicas, de enfriamiento y calefacción. Esto último gracias a su red sensores inteligentes de detección de dióxido de carbono, los cuales responden a los patrones de ocupación de cada espacio, permitiendo el paso de aire del exterior, o bien, evitando su ingreso cuando hay niveles “particularmente altos” de polución.
Igualmente, posee un Centro de Generación de Calor y Energía Combinado (CHP, por sus siglas en inglés) in situ, que reutiliza el calor residual para enfriar y calentar cada una de las áreas del edificio. Lo anterior reduce las emisiones de carbono, que oscilan entre 500 a 750 toneladas métricas anuales.
Sus sistemas de saneamiento y captación pluvial, a su vez, hacen posible que el uso neto de agua sea cero. La lluvia es recolectada en azoteas y tejados, así como las procedentes de las torres de enfriamiento, lavabos y duchas (grises). Posteriormente, éstas son tratadas y recicladas para servir en los inodoros con descarga de vacío.
Este conjunto de estrategias medioambientales redunda en un ahorro de 73 por ciento en el consumo de agua (25 millones de litros anuales) y de 35 por ciento en el gasto de energía, en comparación con un edificio de oficinas convencional.
Luz y aire puro
En su clásico libro Desde la oficina. Sobre la vida de los empleados, el escritor suizo Robert Walser escribió: “El mundo y el ámbito de actuación de un oficinista es la limitada, insignificante, miserable, árida oficina”. ¿Habría cambiado el novelista la gravedad de su juicio de haber tenido la fortuna de laborar en el Bloomberg London Building?
Si bien nunca lo sabremos, no cabe duda que esta obra marcará un hito en el diseño de las oficinas del siglo XXI. En su interior, las formas simples y monocromáticas de la fachada desaparecen para dar paso a un imponente vestíbulo en cuyo techo de madera sobresale la instalación del danés Olafur Eliasson. Y, al centro, la rampa central que atraviesa sus seis plantas obliga a sus ocupantes a moverse a pie a través de edificio.
Aquí, el hacinamiento, la frialdad de cubículos y pasillos oscuros, la “jaula de hierro” weberiana en la que todavía millones de oficinistas languidecen, son cosa del pasado. En su lugar, coloridos sofás, estaciones, salas de juntas y mesas de trabajo bien iluminadas. Sus empleados tampoco echan de menos el arte, pues abundan los murales, esculturas e instalaciones de renombrados artistas contemporáneos.
La historia también está presente: siete metros bajo tierra, en el sótano, se ubica uno de los sitios arqueológicos más emblemáticos del Reino Unido: un templo romano dedicado a Mitra, la divinidad persa del Sol, junto a miles de artefactos de la época descubiertos durante los trabajos de excavación.
No podía ser de otra manera, pues es como si la energía de Mitra, cuyo culto solar consistía en el degollamiento sacrificial de un toro, insuflara luz y aire puro a estas oficinas día tras día.