Sostenibilidad: reúso, no reducción

Por Darinel Becerra, Fotografía: Rubén Darío Betancourt

Francisco Elías (México, 1981) lo han seleccionado, en sus más recientes reconocimientos, como uno de los “100 Arquitectos y Diseñadores más destacados de América Latina” (junio de 2017); “Columna del diseño en México”, en el marco del World Interior Day México (mayo de 2016); “una de las personas creativas más destacadas que están cambiando la escena nacional mexicana” (junio de 2018); y uno de los “diez interioristas mexicanos imparables” (agosto de 2019).

Se graduó de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, en septiembre de 2004; dos años después fundó ELÍAS ARQUITECTURA, con sede en la Ciudad de México. Desde esta empresa, Elías ha tenido la oportunidad de desarrollar proyectos públicos y privados. Cuenta con obras en varias ciudades del país, así como en Estados Unidos (Miami, Florida; San Antonio, Texas; Manhattan, Nueva York), y en París, Francia.

En 2017 creó la corporación ELÍAS GROUP, que comprende una firma de diseño arquitectónico y una empresa constructora, cuyo objetivo es fortalecer su visión de negocio bajo la estrategia de “hecho a la medida” y “servicio llave en mano”. De este modelo surge Casa Cancún, proyecto en el cual el Centro de Tecnología de Cemento y Concreto de CEMEX colaboró para crear muros artístico-estructurales.

Smart Building platicó con el arquitecto Elías en su despacho ubicado en la colonia Roma. El departamento es parte de un edificio de más de cien años de antigüedad, en donde también hay apartamentos de uso residencial. Este dato destaca porque uno de los principios del también diseñador es, justamente, el reúso de los inmuebles, en una actitud que refleja su compromiso social.

“Debemos tener conocimiento sobre los ciclos de vida, reúso de cosas y, cuando es obra nueva, sobre el cálculo estructural, que tiene que ser al límite, de tal manera que no haya ni un gramo más de acero ni de concreto, para lograr ahorro energético”

Smart Building (SB): ¿Por qué estudiaste Arquitectura?
Francisco Elías (FE): Porque en algún momento me hubiera gustado estudiar Danza o Astronomía. Entonces, me pregunté cuál era la disciplina que se encuentra entre estas dos, y me di cuenta de que era la Arquitectura. Está exactamente en medio, entre un tema del cuerpo y uno de lo espacial, por ello la escogí.

SB: ¿Cómo cambió tu vida la UNAM y el proyecto del Centro Académico Cultural del campus Juriquilla?

FE: Yo quería entrar a la mejor preparatoria que estuviera en mi horizonte, y eso era la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM. El plantel más cercano a mi hogar era el de Insurgentes Norte, en Lindavista; y era uno de los planteles con mayor demanda. Me dediqué a estudiar para el examen y logré quedarme. Cuando entré no me di cuenta, pero cuando pasó el tiempo vi que yo formaba parte del grupo piloto de excelencia de la generación y tuve excelentes profesores. Al salir del nivel medio superior, llegué a la Facultad de Arquitectura, y yo quería estar en el grupo de excelencia, al estar en él me percaté de que comenzaba a tener como compañeros a los hijos y nietos de grandes arquitectos como Félix Candela o José Luis Benlliure. A partir de ahí me enfoqué en destacar, porque la competencia y el nivel de exigencia era muy alto.

Nosotros, como arquitectos, diseñamos el concepto de la estructuración de las cosas, y en un seminario realicé un ejercicio para diseñar un puente, ahí supe que no me había equivocado al haber elegido esta carrera. Cuando terminó el seminario, el profesor que lo impartió se acercó conmigo y me comentó que tenía una invitación por parte del entonces rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente. El académico me pidió que invitara a los alumnos que consideraba que tenían más aptitudes para hacer una tesis que eventualmente pudiera construirse. Fuimos cuatro de esa generación los que recibimos la invitación. Nos juntamos y la comisión fue diseñar el nuevo Centro Académico Cultural para el campus de la UNAM en Juriquilla, que sólo se especializa en tecnología. Había que hacer la biblioteca y el teatro central, el edificio de la administración y un centro de docencia. Durante el noveno y décimo semestre desarrollamos ese proyecto, y nos titulamos con mención honorífica. Un año después, nos hablaron de la UNAM y nos dijeron que el proyecto ya era una licitación pública, que ya había una asignación de recursos y que lo hiciéramos. Me tuve que profesionalizar de la noche a la mañana a mis 23 años, porque no había manera de equivocarme. Me di cuenta de que no importa la edad, sino el conocimiento y el trabajo.

SB: ¿Cuáles son tus compromisos sociales y ambientales?
FE: En 2008 llegó un momento en el que sentí que todo lo que había aprendido en la licenciatura ya se me había agotado, y algo que amo es el conocimiento, por lo que tenía que aprender más cosas. Entonces decidí hacer una maestría y poner en tela de juicio lo que en ese momento estaba de moda: el desarrollo sostenible.

Ya han pasado 11 años y cada vez se escucha menos ese concepto. Lo que no pasa de moda es la conciencia, y debe de existir más. Lo que yo quería en ese momento era cuestionar si lo que se decía sobre la economía verde y los productos sostenibles era verdad. Hice un análisis y una hipótesis en la que hablo del verdadero principio de la sostenibilidad, que está en el reúso y no en la reducción. Mi tesis se llama Reúso en la arquitectura, el verdadero principio de la sostenibilidad, aquí retomo la preocupación del Panel de Medioambiente que se presentó en la reunión del G8 en Japón, en 2008. Tomé esas hipótesis y las llevé al mundo de la arquitectura, y a partir de entonces me ha interesado mucho reusar muebles viejos, convertirlos o intervenirlos, comprar materiales de demolición e incorporarlos en la arquitectura contemporánea.

Para haber producido cualquier cosa que exista en el mundo, hubo que realizar un gasto energético. Mi tesis termina con un cálculo de ahorro energético en el cual muestro, por ejemplo, que producir un millar de bloques requirió de tantos megajoules, y si los convirtiéramos a watts, serían suficientes para mantener encendidas las luces, por tres años seguidos las 24 horas, de una casa con cuatro cuartos.

Hasta que no transferimos el gasto energético en algo que sabemos medir y que tiene un costo en el mercado –como el voltaje–, no hay conciencia.

Debemos tener conocimiento sobre los ciclos de vida, reúso de cosas y, cuando es obra nueva, sobre el cálculo estructural, que tiene que ser al límite, de tal manera que no haya ni un gramo más de acero ni de concreto, para lograr ahorro energético.

SB: ¿Qué opinas de la urbanización?
FE: Mientras existan más personas y mientras menos quepamos, más urbanización se tendrá que dar. Una de las maneras de hacerlo es reurbanizando. Reusar centros de ciudades, redensificar. Hay que aplicar dobles esfuerzos en mejorar el equipamiento.

Algo que es un colapso son los automóviles. Todo debe ser transporte público. Ya no hay manera de tener estos excesos de lujos. Tenemos que aprender a vivir en comunidad y necesitamos un compromiso por parte del Estado para poder usar la ciudad, porque la vida tiene que ser de mejor calidad.

Considero que proyectos como Santa Fe, donde hay una completa inconsciencia sobre la conectividad, no deben de darse más.

SB: ¿Y sobre el crecimiento de los rascacielos, las oficinas corporativas, los usos mixtos, los centros comerciales?
FE: Creo que no necesitamos más centros comerciales cuando existe desatención en reavivar centros de barrio. Por ejemplo, en París, la nueva boutique de Valentino no está en los Campos Elíseos, y salió de Galerías Lafayette para ponerse en una avenida, a lado de una panadería, frente a una tienda de abarrotes, en el centro de esa ciudad, inserto en un edificio del siglo XVIII.

En México está pasando que tenemos una traza urbana con una tradición europea, pero se le insertaron paradigmas americanos. México vive estas dos ramas y lo que hace falta es tejerlas, no generar islas en donde la gente va a aislarse en un modelo americano que, incluso en Estados Unidos, ya pasó de moda.

SB: ¿Qué opinas sobre el uso del agua en la Ciudad de México?
FE: Debemos de trabajar con los valores de nuestros antepasados, quienes tenían una relación con el medioambiente.

Hablo de ser consciente y conectarte con la naturaleza. Me preocupa el agua, sí, pero como también me preocupa el aire, que contaminemos tanto.

Las colonias cuya tierra es más cara son las que van a cuidar más el agua. Si hay un brote de agua en una población, pero es pobre, perderán el agua porque se va a mandar a las zonas de clase económica alta. Existe en México un grupo llamado German Concepts, que lleva más de 20 años trabajando y distribuyendo grifería y baños que, con su nueva generación, son mucho más estrictos en cuanto al cuidado medioambiental, y han hecho un proceso de selección de qué traer al país para dosificar agua a través de tecnología alemana. En el mercado existen importadores y empresas mexicanas que se preocupan por dosificar en el tema de la construcción y el agua.

SB: ¿Cómo llegas al interiorismo y por qué eres uno de los “diez interioristas mexicanos imparables”?
FE: He llegado a lo que hoy se le llama arquitectura de interiores o interiorismo porque me he vuelto una persona de cabecera o de extrema confianza para ciertos clientes. Hoy, el mercado, así como creó el concepto de la sostenibilidad, también creó el de interiorismo, pero nunca ha estado dividido el diseño con la arquitectura. El querer tasajear a la arquitectura es solamente para vender el mismo producto. Yo, por un gusto de ver terminado al cien por ciento una construcción, fue que me dediqué al interiorismo. Nosotros hacemos trajes de alta costura a la medida y así es como nos conocen en el mercado. Nuestro perfil de clientes es gente de entre 56 y 80 años.

“Hoy, el mercado, así como creó el concepto de la sostenibilidad, también creó el del interiorismo, pero nunca ha estado dividido el diseño y la arquitectura”

SB: ¿Qué retos enfrentaste para iniciar tu despacho?
FE: El primero fue creerlo yo mismo. Como vengo de una familia en la que no hay arquitectos, y después de trabajar con el arquitecto Axel Arañó, que es una persona que admiro mucho, me surgieron las ganas de decir las cosas a mi manera. Sentía que necesitaba expresarme a través de mis propias metodologías y productos. Estaba muy enojado de cómo en la arquitectura siempre se hablaba del yo, porque falta contexto, falta entender y ser más sensible con la sociedad para aportarle más. Eso me hizo abrir mi propio despacho para ofrecer la arquitectura no como un objeto, sino como un servicio. Decidí generar esta visión, dando servicio de acompañamiento a seres humanos en la solución de sus vidas en el espacio.

SB: Con tanto trabajo, ¿por qué elegir también la docencia?
FE: Creo que en México hay un déficit muy alto en temas educativos, por eso es por lo que ejerzo la docencia como un acto o servicio social. Yo recibí de forma gratuita educación a través de la universidad y mi compromiso es regresarlo, porque creo en la educación pública

SB: ¿Qué está pasando en el interiorismo en México?
FE: El mundo del diseño se está sofisticando. Y gracias a la apertura hacia las ferias internacionales como Salone del Mobile, en Milán; Maison&Objet, en París y WantedDesign, en Nueva York; y al hecho de que la gente está viajando más y a las redes sociales, México se está sofisticando, y afortunadamente lo vuelve a hacer como en los años cincuenta y sesenta.

SB: ¿En qué momento se encuentra la arquitectura mexicana?
FE: Creo que estamos viviendo un renacimiento y ahora tiene como elementos una preocupación sobre el medioambiente, una sofisticación con temas de diseño, y al mismo tiempo se está gestando una nueva identidad mexicana contemporánea, tal vez menos acomplejada y menos aspiracional. Estamos generando una arquitectura mexicana neoecléctica que revisa el pasado, la actualidad, la tecnología y que seguiremos conociendo como el espacio de la gran arquitectura, que es la mayor aportación al mundo en términos de procesos de diseño y de escala.

SB: ¿Qué opinas sobre su futuro?
FE: Creo que vamos a sobrevivir conectando lo mejor del mundo con lo mejor de nosotros, tanto en materiales como en nuestros usos y costumbres.

En el tema de la globalización, hoy nos damos cuenta de que no fue exactamente fabuloso que todos nos vistiéramos igual, que fuéramos al mismo súper o que comiéramos la misma comida. Si en la arquitectura seguimos lo que están haciendo los gastrónomos y artistas mexicanos, vamos a tener un resurgimiento muy peculiar y único.

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